viernes, 29 de abril de 2011

MI MUNDO DEL COMICS

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Teresa y Honorio eran los dueños de la papelería de mi pueblo. Allí vendían material escolar, libros, revistas, pequeños regalos, pero lo que más me interesaba eran los comics.

Para mí esa papelería era como una puerta abierta a otro mundo pues a través de ella entraba en un mundo casi mágico, me encantaba la amalgama de fotos, letras, texturas y olores que encontraba en revistas, periódicos, libros de texto, pasatiempos y material escolar.

En mi deambular cotidiano por las calles del pueblo pasaba todos los días por la puerta de la papelería y siempre como un ritual ancestral o un tributo de tiempo entregado me paraba en su pequeño escaparate y desde allí observaba el montón donde se apilaban los comics.

Sólo con ver el que estaba en la parte superior sabía si habían llegado nuevos. Si era así, entraba dentro, siempre con la misma pregunta en la boca bien fuera a Honorio o Teresa: ¿ha entrado algo nuevo? Acto seguido ellos cogían el mazo de comics y lo ponían delante para que yo los pasase uno a uno y seleccionara los que iba a comprar.

Ese momento era de máxima emoción pues de que se encontrara o no el comics que estaba esperando dependía saber cómo continuaba la historia que como siempre estaba emocionantísima.

Me encantaban los comics, me hacían pasar unos ratos muy divertidos y así evadirme por un tiempo de la realidad de mi vida.
La patrulla X, Spiderman, Los Nuevos Titanes, Los Cuatro Fantásticos, Los Vengadores…pasaban entre mis manos así como sus fantásticas aventuras.

Entre los amigos nos los prestábamos unos a otros:
Novalío era fan de Lobezno y si le prestabas algún comic en el que saliera este personaje como te descuidaras los hacía desaparecer por arte de magia o te los devolvía arrugados y manchados con lo último que hubiera comido o merendado.

Toto era fan del Capitán América y tenía muchos comics,era mi vecino y uno de mis mejores amigos. Muchas veces jugábamos a ser esos héroes de las historietas y con la tapadera de una lata de pintura, un palo de escoba rota y cualquier otro utensilio nos fabricábamos todo un arsenal de armas fantásticas ,escudos, espadas, martillos mágicos y todo lo que pudiéramos imaginar.

Max era de mutantes, un chico americano que vivía en el pueblo, comía pipas con cascara y pensaba que un comic era una buena inversión porque podías leerlo y releerlo infinitamente.

También estaba Nane con Spawn y su primo David que veraneaba en el pueblo y todas las siestas iba a mi casa a leer mis comics y conseguía fastidiarme el ratito de sueño después del almuerzo.

Y mientras Coloso se debatía entre la vida y la muerte después de un ataque de los Merodeadores, los Cuatro Fantásticos se perdían en la zona negativa y los Titanes eran traicionados por Terra yo seguía mis visitas periódicas a la papelería involucrado en esas historias y sintiendo aquellos personajes como si tanto ellos como sus aventuras fueran reales.

Más de una vez entre nosotros discutíamos si tal o cual personaje era más fuerte o ganaría en un hipotético enfrentamiento, o intentábamos vislumbrar el desenlace de alguna de las aventuras.

Con el tiempo y la madurez me fui alejando del mundo del comics, de casa Honorio y de todas esas aventuras pero cada vez que entro en una papelería o kiosco de prensa, sigo percibiendo el mismo olor a tinta y papel que me llena de nostalgia y me recuerda el mundo que había tras las puertas de aquella vieja papelería.

Teresa falleció y Honorio está muy mayor, la papelería pasó a uno de sus hijos que la reformó y la modernizó pero para mí dejo de tener el encanto que había en la vieja papelería con su desorden ordenado.

Todavía guardo la afición al comic aunque no siga las nuevas aventuras. De vez en cuando compro alguno nuevo pero ya es todo muy diferente, me quedo con las historias antiguas. A veces leo y releo alguno de aquellos comics que aún conservo. Y con el paso del tiempo le doy la razón a Max y a aquellas palabras que aun hoy día recuerdo.

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