lunes, 24 de octubre de 2011

SUEÑOS ...



Anoche soñé mi amor,
soñé con sueños de vida,
soñé que estaba a tu lado;
soñé que estabas dormida.




Que tu alma iluminaba
la estancia oscura y sombría,
y en el ocaso hubo un beso
que se marchó con el día.


Dicen que se ahogó en la ausencia,
dicen que fue a la deriva,
dicen que la noche cuenta
que murió sin agonía,
sobre unas sabanas blancas
de luto en la despedida.
















lunes, 8 de agosto de 2011

EL PAN NUESTRO DE CADA DIA





Con un sonido particular de bocina estridente, llegaba todos los días a mi calle el panadero. Como si de un ritual ancestral se tratase, a la misma hora y en el mismo sitio, paraba para atender a las vecinas en su demanda diaria de pan. Era sonar esa bocina y todas salían a la calle con sus bolsas de tela a recoger el pan necesario para ese día entre charlas y algún que otro cotilleo de ámbito local que en la mayoría de las veces el mismo panadero era el encargado de transmitirlo por todo el pueblo.





Para mí significaba que la hora de comer se acercaba, pues por mi calle pasaba alrededor de la una del mediodía.
Ese olor a pan del día nos sacaba a mí y a mis amigos de esa monotonía de juegos en las que nos veíamos inmersos en los largos días de verano.
Yo dejaba mis juegos y me acercaba a la furgoneta, me sentía maravillado por el olor que salía de esas pequeñas ventanas de corredera laterales por donde cogía el pan, pero lo que más me gustaba eran los tapacubos plateados de las ruedas, de metal reluciente, donde me veía en un reflejo distorsionado que me hacía reír.
Lo especial de todo aquello era su duración limitada pues Carmelo continuaba con su reparto en una carrera contra el reloj y contra los clientes (el pan está muy crudo, está muy hecho, mañana te lo pago, toma chicharrones para que me hagas tortas, etc.) con su bolso de cuero en la cintura donde guardaba el dinero para el cambio se montaba y continuaba con su reparto.





Yo me quedaba mirando cómo se alejaba calle abajo y acto seguido iba detrás de mi madre para pedirle un trozo de pan, que siempre me daba, aunque a regañadientes, recordándome lo poco que faltaba para comer y lo poco que yo comía.
Los días de lluvia veía salir a mi madre a buscar el pan mientras me quedaba tras la puerta viendo a un chubasquero amarillo que metía el pan en las bolsas y unos tapacubos sin brillo y empañados que no me saludaban con su mueca deforme.





Las vísperas de Semana Santa la furgoneta de reparto tomaba un aroma diferente al del resto del año pues se llenaba del olor a matalahúva de los bollos de pascua y tras las ventanas se veía el pan para las torrijas que también era algo diferente y genuino de aquellas fiestas.
A veces por enfermedad o vacaciones el reparto lo hacían otras personas pero para mí no era igual. Resultaba un reparto descafeinado y falto de interés yo era carmelista hasta la medula, incluso la furgoneta tenía otro brillo diferente creo que también ella era carmelista.



Mi infancia fue transcurriendo, como los días de reparto para Carmelo. Con el tiempo me acerque al mundo del obrador y trabajé durante un tiempo como aprendiz en la misma panadería de Carmelo, donde descubrí que Carmelo no era panadero, era repartidor de pan y no sabía hacer pan, pero para mí siempre será Carmelo el panadero.


viernes, 29 de abril de 2011

MI MUNDO DEL COMICS

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Teresa y Honorio eran los dueños de la papelería de mi pueblo. Allí vendían material escolar, libros, revistas, pequeños regalos, pero lo que más me interesaba eran los comics.

Para mí esa papelería era como una puerta abierta a otro mundo pues a través de ella entraba en un mundo casi mágico, me encantaba la amalgama de fotos, letras, texturas y olores que encontraba en revistas, periódicos, libros de texto, pasatiempos y material escolar.

En mi deambular cotidiano por las calles del pueblo pasaba todos los días por la puerta de la papelería y siempre como un ritual ancestral o un tributo de tiempo entregado me paraba en su pequeño escaparate y desde allí observaba el montón donde se apilaban los comics.

Sólo con ver el que estaba en la parte superior sabía si habían llegado nuevos. Si era así, entraba dentro, siempre con la misma pregunta en la boca bien fuera a Honorio o Teresa: ¿ha entrado algo nuevo? Acto seguido ellos cogían el mazo de comics y lo ponían delante para que yo los pasase uno a uno y seleccionara los que iba a comprar.

Ese momento era de máxima emoción pues de que se encontrara o no el comics que estaba esperando dependía saber cómo continuaba la historia que como siempre estaba emocionantísima.

Me encantaban los comics, me hacían pasar unos ratos muy divertidos y así evadirme por un tiempo de la realidad de mi vida.
La patrulla X, Spiderman, Los Nuevos Titanes, Los Cuatro Fantásticos, Los Vengadores…pasaban entre mis manos así como sus fantásticas aventuras.

Entre los amigos nos los prestábamos unos a otros:
Novalío era fan de Lobezno y si le prestabas algún comic en el que saliera este personaje como te descuidaras los hacía desaparecer por arte de magia o te los devolvía arrugados y manchados con lo último que hubiera comido o merendado.

Toto era fan del Capitán América y tenía muchos comics,era mi vecino y uno de mis mejores amigos. Muchas veces jugábamos a ser esos héroes de las historietas y con la tapadera de una lata de pintura, un palo de escoba rota y cualquier otro utensilio nos fabricábamos todo un arsenal de armas fantásticas ,escudos, espadas, martillos mágicos y todo lo que pudiéramos imaginar.

Max era de mutantes, un chico americano que vivía en el pueblo, comía pipas con cascara y pensaba que un comic era una buena inversión porque podías leerlo y releerlo infinitamente.

También estaba Nane con Spawn y su primo David que veraneaba en el pueblo y todas las siestas iba a mi casa a leer mis comics y conseguía fastidiarme el ratito de sueño después del almuerzo.

Y mientras Coloso se debatía entre la vida y la muerte después de un ataque de los Merodeadores, los Cuatro Fantásticos se perdían en la zona negativa y los Titanes eran traicionados por Terra yo seguía mis visitas periódicas a la papelería involucrado en esas historias y sintiendo aquellos personajes como si tanto ellos como sus aventuras fueran reales.

Más de una vez entre nosotros discutíamos si tal o cual personaje era más fuerte o ganaría en un hipotético enfrentamiento, o intentábamos vislumbrar el desenlace de alguna de las aventuras.

Con el tiempo y la madurez me fui alejando del mundo del comics, de casa Honorio y de todas esas aventuras pero cada vez que entro en una papelería o kiosco de prensa, sigo percibiendo el mismo olor a tinta y papel que me llena de nostalgia y me recuerda el mundo que había tras las puertas de aquella vieja papelería.

Teresa falleció y Honorio está muy mayor, la papelería pasó a uno de sus hijos que la reformó y la modernizó pero para mí dejo de tener el encanto que había en la vieja papelería con su desorden ordenado.

Todavía guardo la afición al comic aunque no siga las nuevas aventuras. De vez en cuando compro alguno nuevo pero ya es todo muy diferente, me quedo con las historias antiguas. A veces leo y releo alguno de aquellos comics que aún conservo. Y con el paso del tiempo le doy la razón a Max y a aquellas palabras que aun hoy día recuerdo.

lunes, 28 de febrero de 2011

MIRADAS






Sobre los nidos altos fijo mi vista,
esa amalgama inerte de ramas secas
en el quehacer mundano de cada entrega
predicen que ha llegado la primavera
con aliento templado de voz de cobre.



A cada paso observas miradas ausentes,
esas que nunca indican su desvarío
y que persiguen a las lineas del vacío,
sin mostrar lo que encierran ni lo que sienten.



Centro mi vista a cada rayo de sol,
intentando captar todo ese instante
la luz riega de vida cada espacio
imposibles resquicios serpenteantes.



Despido a la lluvia, cuando hace charcos,
agradezco que alargue su presencia,
que lave la pena que dejo la nube
y que llene de vida por donde pasa.



Miro al sonido que todo lo envuelve
que rasga el silencio desde el lejano.
Te abrazo con la mirada en la distancia
y siento que me aprietas desde dentro,
para que no me escape y así poder descargar
todo el peso a tu ser prendido.



Miro lo alto y te miro dentro
tras un rastro de cristales marchitos,
en ese suburbio oscuro de tu alma en pena.
Perdida la partida...perdido todo.



Esperando que devuelvas lo robado al viento
saco mis sabanas al sol
al capricho seco de cada soplo de aire.